Los ascensos dentro de una empresa o en un sistema cultural se consiguen por medio de distintas circunstancias. Comenzando con el género pasando por capacidad y experiencia y llegando hasta el favoritismo.
Dar reconocimiento a una persona por su desempeño laboral es una tarea que un líder debe de practicar todos los días y a cada momento. Como seres competitivos que somos, buscamos llamar la atención para obtener ese reconocimiento a través de esfuerzo y trabajo. Al menos esa es la aspiración.
Por desgracia es común cruzar nuestras vidas con un mal líder; jefe de departamento; encargado; cabeza de equipo… Aunque la creencia común es pensar que un líder nace líder, la verdad es que un líder se hace y debe de estar en constante evolución.
Para ser uno de los privilegiados en el arte de mandar, el principal requisito es aprender a hacer el trabajo. En pocas palabras, un buen jefe, debe de ser un buen aprendiz.
El valor de la recompensa.
Escalar por un sistema jerárquico, no siempre se hace de una manera utópica.
Los puestos altos son reflejo de experiencia y trabajo. Pero eso no garantiza que un dirigente tengan estáis características. El motivo es porque en lugar de escalar, trepan, saltándose varios escaños, pasando sobre gente y principios por igual. Y muchos, inclusive, nacieron ya estando arriba.
Por supuesto se puede ahorrar el recorrido. Pero eso no justifica que ignoré, como si no existieran o sobraran, los conocimientos necesarios que lo identifiquen como cabeza de grupo. Tampoco se puede poner de lado las responsabilidades. Ignorarlas no significa que dejen de existir.
Las obligaciones y los compromisos son la carga de los jefes, y con cada peldaño aumentan.
El líder que obtuvo su puesto como resultado de un favoritismo, lo único que puede reconocer es lo que habita en su naturaleza. Es ciego ante el esfuerzo y trabajo de sus subalternos.
La naturaleza de un mal dirigente, motiva que aquellos que vienen detrás de él, recorran el mismo camino. Los que en la intersección optan por el camino utópico, no son ignorados en el término literal de la palabra. Simplemente, no son vistos; andan por lugares desconocidos para un líder obtuso e ignorante.
El camino correcto e incorrecto.
Llegar a ser líder es sencillo. No necesariamente se debe de recorrer un camino largo y tortuoso. Hay personas que aprenden más rápido que otras.
Uno, es optar por la soledad y amargura. Otro camino es la lambisconería. Otro, es tomar riesgos y formar equipos de trabajo. La variedad de rutas para sobresalir en nuestro trabajo es amplía.
Las motivaciones son las que difieren a cada camino. Una es la vanidad que aconseja atajos, trampas y señalamientos. La otra es la serenidad, su principal característica es la gratitud y la honradez.
La moda de las etiquetas.
En los inicios de mi vida laboral era común que las personas con mayores oportunidades pertenecían al género masculino. Las cualidades de un líder no eran tan importantes como las de pertenecer a un grupo que le gusta la auto-adulación.
Al buscar alguna estadística actual que muestre el paulatino desvanecimiento de esta práctica retrógrada, me tope con distintas tendencias hechas a modo de quien las postula. Ninguna daba algún dato concreto basado en sólidas razones. Al contrario, encontré que se siguen dando más oportunidades al género masculino solamente con una variante, ahora se especifica que además es heterosexual.
Para contrarrestar esta absurda tendencia, los sistemas actuales han comenzado a poner etiquetas. No les bastaba con catalogar a sus trabajadores cómo esclavos buenos y malos, ahora se les ve como artículos de ropa.
Puestos altos y solicitudes de empleo están llenos de etiquetas que los sistemas jerárquicos presumen en sus páginas web. Hoy, además de ser lambiscon, sería bueno pertenecer a un grupo de minoría.
Un avance es un avance.
Las nuevas prácticas para ascender al menos son una bocanada de aire puro en un ambiente contaminado por la misoginia, homofonía, racismo y clasismo.
Como personas alejadas de algún círculo de poder y debajo de líderes, podemos juzgar y criticar sus paupérrimas soluciones. Eso es lo que hacemos los de abajo; nuestro espectro de la situación es muy reducido.
La ridícula solución de las etiquetas, se debe a que aún habitan en el mundo, líderes y jefes, que se sienten amenazados por los nuevos cambios sociales. El sistema, sin poder escupirlos de un día a otro, creó esta cura disfrazada de igualdad de oportunidades.
Pero el freno no está solo en los de arriba. La gente no está acostumbrada a los cambios bruscos, de hecho, no les gustan. La mayoría es incapaz de ver la falta de oportunidades en otros porque la suerte de la vida se las dio a causa de las condiciones de su nacimiento. Esos sí nacen, no se hacen. También existen aquellos que simplemente están cómodos y felices con las que tienen. Como se dice, la suerte de uno, es la desgracia de otros.
Actualizaciones hechas a mano.
Las compañías de software saben que ningún sistema es perfecto y pasan todo el tiempo parchando para mejorar sus sistemas operativos.
El usuario común acepta estos parches en lugar de cambiar de raíz por un mejor sistema o demandar de uno mejor. En lo general, somos consumidores y no creadores.
Lo mismo sucede con un sistema corrupto de oportunidades, corregimos mientras vamos en ascenso. Pero como suele suceder, la subida por los escalafones está dañada y no siempre avanza el sereno.
Sembrando oportunidades.
La solución para arrancar un mal sistema jerárquico desde la raíz, es reconocernos como iguales, porque lo somos, no es un autoengaño.
En un sistema de jerarquías todos son iguales pero con distintas responsabilidades. Y para que el sistema mejore, tenemos que ofrecer oportunidades iguales a todos para ascender.
El único principio que debe prevalecer es observar quién tiene mejores capacidades para soportar las responsabilidades que conllevan un puesto de mando.
Para que todo a nuestro alrededor funcione y esté en constante desarrollo, es importante que la gente responsable de velar por los cambios sea la más capas. No a causa de una etiqueta o un favoritismo. Si no como resultado de la efectividad de su trabajo y del trato a los demás.
La creación de un sólido sistema jerárquico, en sí, para lograr una evolución social; la responsabilidad descansa en los hombros de los emprendedores.
Conocidos como: libres pensadores, revolucionarios, creadores, artistas. Estas personas toman riesgos y crean oportunidades que pocos consideran posibles. Nos muestran distintas perspectivas de la sociedad y sus defectos. Son un referente cambiante. Hace varios años funcionaron como verdaderos creadores de nuevas formas de pensamiento. En la actualidad, la mayoría funciona como parches de disfuncionales sistemas.
La historia siempre ha hecho fluctuante su lugar en la sociedad. Los grupos que invierten en ellos saben de la importancia de su permanencia en ella.
Esta es nuestra mejor inversión. Lograr que el emprendedor deje de ser un parche y se convertía en un referente.
Descubre más desde Pandilla Salvaje
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.